lunes, 4 de julio de 2011

Habiba es la leche

Por Pedro Simón

Publicado en el suplemento YO DONA, de El Mundo, el domingo 3 de julio de 2011.



Dejó de sonar aquel maullido de bebé con hambre de gato. Ya no le sonreía la pepona con sus dos dientes de luna. Se mudaron de bañera las cosquillas. Desde que a la marroquí Habiba le quitaron la tutela de su niña de un año, la maltratada se quedó como un muñeco de cera. Le tocabas el hombro y nada. Del destete institucional a quemarropa hace ahora un mes. Es lo que tiene ser pobre.

A la madre la recogió la Fundación Raíces cuando se abrazaba los pechos como si le hubieran disparado de lleno. Y allá que fueron, primero al hospital con una mastitis que sangraba leche. Luego a los juzgados con una denuncia inédita. Porque la retirada de la patria potestad respondía a una ecuación terrible: argumentaba la Administración que carecía "de recursos", dicen que se negaba a someterse a un "programa de habilidades maternas" que implicaba dejar de darle el pecho a la niña.

No hemos visto aún que el Estado le quite la tutela a una de esas que le pagan un implante mamario a una adolescente. No hemos visto tampoco que a un maltratador se le retire la paternidad legal del crío que ha visto volar cuchillos. No hemos visto que se dude de los padres que le compran un deportivo a un imberbe. Ni de los que los dejan encerrados en torres de oro.

A diferencia de lo que pasa en Europa, en España se puede quitar la tutela de un hijo sin orden judicial. En esto, generalmente, el sistema prefiere carne de pobre: no se interviene para frenar la pauperización, se deja macerar al paria en hijos y cartones y, cuando la cosa ya no puede ir a peor, llega un tipo al rescate "por el supremo interés del menor" y se te lleva al niño en un saco.

Al final esta historia acabó bien porque hubo foros y 20.000 firmas de protesta. Y la madre le devolvieron el bebé con hambre de gato tres semanas después. De Habiba sólo conocemos una frase. La dijo cuando ya le habían arrancado la tutela y tuvo permiso para ver a su hija una hora. La cría quería mamar. Cuando la madre se descubrió el pecho, una educadora gritó "NO" como si le ofreciese LSD. La madre expoliada preguntaba en vano por su único tesoro. "¿Por qué no quieren que mi hija me quiera?".

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